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En las bulliciosas calles de la ciudad, Juan, un exitoso empresario, vivía obsesionado con su trabajo. Las luces de la oficina eran su único compañero nocturno, y los fines de semana eran solo una extensión del ajetreo laboral. La palabra "descanso" no existía en su vocabulario.
Un día, después de años de sacrificios, Juan se despertó sintiendo un dolor punzante en el pecho. Asustado, acudió al médico, quien le advirtió sobre las consecuencias de su estilo de vida desequilibrado. La realidad le golpeó como una tonelada de ladrillos: estaba sacrificando su salud en busca de riqueza y éxito.
Conmovido, Juan reflexionó sobre su vida. Miró a su alrededor y se dio cuenta de que no tenía a nadie con quien compartir sus logros. Se dio cuenta de que el dinero acumulado no llenaba el vacío que su adicción al trabajo había creado en su vida.
Decidió hacer un cambio radical. Redujo sus horas de trabajo, comenzó a disfrutar de las pequeñas cosas y se abrió a nuevas relaciones. Descubrió que la verdadera riqueza estaba en un equilibrio entre la salud, el dinero y el amor.
Al final, Juan se dio cuenta de que la vida es como una cuerda floja, donde mantener el equilibrio es esencial. La adicción al trabajo puede llevarte al abismo de la soledad y la mala salud. La moraleja de su historia es clara: "En la búsqueda del éxito, no pierdas de vista la riqueza de una vida equilibrada, donde la salud, el dinero y el amor se entrelazan para tejer la verdadera felicidad".
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En el bullicio de la ciudad, Juan destacaba como un empresario exitoso. Su empresa, una maquinaria imparable, consumía sus días y noches. Al principio, Juan amaba su trabajo, pero sin darse cuenta, se convirtió en un adicto silencioso.
Sus amigos notaron el cambio primero. Las cenas se volvieron conferencias telefónicas, las risas se mezclaron con el sonido constante de clics de teclado. Juan, sin embargo, estaba ciego ante su propia transformación. Las horas extra se multiplicaron, y los fines de semana se volvieron extensiones del lunes.
Un día, su esposa, María, le miró con preocupación. "Juan, hace meses que no disfrutas de una tarde tranquila". Él la miró confundido, el estrés había nublado su percepción. "Solo estoy construyendo nuestro futuro", respondió.
Poco a poco, Juan dejó de notar el sol. Las reuniones se convirtieron en su única luz. La adicción se arraigó, pero él seguía negándola. Sus amigos intentaron una intervención, pero Juan estaba convencido de que su "amor por el trabajo" era inofensivo.
Sus excusas eran variadas y creíbles. "Es solo temporal, pronto tomaré unas vacaciones". "Este proyecto es crucial para el crecimiento de la empresa". Sin embargo, la chispa en sus ojos se extinguía.
La realidad golpeó cuando su hija pequeña le preguntó: "¿Papá, por qué siempre estás ocupado?". Juan quedó en silencio, ahogado por la verdad. Las lágrimas en los ojos de María revelaron el impacto de su adicción.
En su oficina, rodeado de informes y papeles, Juan finalmente se vio reflejado en su propia obsesión. La empresa que construyó le había robado la vida que pretendía construir.
La historia de Juan es un recordatorio a todos nosotros: la adicción al trabajo puede ser tan sutil como peligrosa. ¿Cuántos de nosotros estamos tan ocupados construyendo nuestro futuro que olvidamos vivir el presente?
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En el bullicio del éxito empresarial, Juan, un hombre apasionado por su trabajo, se encontraba atrapado en las garras de su adicción. Cada noche, su oficina se convertía en un santuario de informes y proyecciones, mientras su esposa, María, quedaba relegada al silencio y a la soledad. A pesar de su amor por él, María sentía el vacío en su corazón cada vez que intentaba abrazarlo y encontraba su mente lejos, en los negocios.
Juan, consciente del dolor que causaba, tejía una red de excusas para justificar su obsesión. "Es por el bien de la familia", decía, o "Estoy construyendo nuestro futuro juntos". Pero cada palabra resonaba hueca en el alma de María, quien observaba impotente cómo su matrimonio se desvanecía en el abismo del trabajo incesante.
Las noches se volvieron interminables para María, sus lágrimas marcando el paso del tiempo perdido. "Solo un proyecto más, y luego lo dejaré", prometía Juan, mientras las promesas se disolvían como humo en el aire. Su adicción consumía su energía, su felicidad y, finalmente, su matrimonio.
Las excusas de Juan, como láminas de acero, sellaban su destino juntos. "Necesito estar disponible para los clientes", se justificaba. "El éxito no tiene horarios", argumentaba. Y así, su amor quedó sepultado bajo una montaña de trabajo y palabras vacías, mientras María lloraba en silencio, anhelando al hombre que solía ser.
En el amargo final, las excusas de Juan resonaron como un eco vacío en la habitación vacía que solía compartir con María, un recordatorio doloroso de cómo una adicción puede destrozar incluso el amor más profundo.
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Juan era un programador informático que vivía para su trabajo. Pasaba horas y horas frente a la pantalla, sin apenas descansar ni relacionarse con nadie. Su vida era una rutina monótona y aburrida, pero él no se daba cuenta de que estaba enganchado al trabajo.
María era una joven que soñaba con convertirse en escritora. Le encantaba leer y escribir historias de todo tipo, pero sobre todo de fantasía y ciencia ficción. Su mayor ilusión era publicar un libro y compartir su imaginación con el mundo.
Un día, Juan recibió un correo electrónico de su jefe, en el que le comunicaba que había sido despedido por bajo rendimiento. Juan se quedó en shock, sin saber qué hacer ni cómo reaccionar. Se sintió vacío, perdido y sin sentido.
Ese mismo día, María recibió una llamada de una editorial, en la que le anunciaban que habían aceptado su manuscrito y que querían publicar su novela. María se puso eufórica, sin poder creerlo ni contener su alegría. Se sintió realizada, feliz y con propósito.
Juan decidió buscar ayuda profesional para superar su adicción al trabajo. Acudió a un psicólogo, que le hizo ver que su trabajo no era lo único importante en la vida, y que debía cuidar de su salud física y mental, así como de sus relaciones sociales. Juan empezó a hacer ejercicio, a salir con amigos y a buscar nuevas aficiones.
María decidió celebrar su éxito literario con una fiesta en su casa. Invitó a sus familiares, amigos y conocidos, entre los que se encontraba Juan, un antiguo compañero de clase al que hacía años que no veía. María y Juan se reencontraron y se pusieron al día de sus vidas.
Juan se sintió atraído por la personalidad creativa y optimista de María. María se sintió intrigada por la historia de superación y cambio de Juan. Ambos descubrieron que tenían mucho en común, y que se complementaban a la perfección.
Así comenzó una historia de amor entre dos personas que habían seguido caminos muy distintos, pero que se habían encontrado en el momento justo. Una historia que les enseñó el valor de la pasión, la perseverancia y el equilibrio. Una historia que les hizo felices.
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Juan era un programador informático talentoso. Se sentía incómodo en situaciones sociales y siempre evitaba el centro de atención. Prefería pasar desapercibido en la multitud y nunca se permitía brillar. Su mayor miedo era el reconocimiento social.
Un día, Juan recibió una invitación para dar una charla sobre programación en una conferencia importante. Aunque estaba asustado, decidió enfrentar su miedo de una vez por todas. Sabía que tenía que superar su inseguridad si quería avanzar en su carrera.
El día de la conferencia llegó y Juan subió al escenario. Mientras hablaba, se dio cuenta de que la audiencia estaba interesada en lo que decía. Sus palabras resonaron y captaron la atención de todos. Poco a poco, su miedo comenzó a desvanecerse y se sintió más seguro de sí mismo.
Después de la charla, varios asistentes se acercaron a Juan para felicitarlo y hacerle preguntas. Descubrió que podía relacionarse con las personas y compartir su pasión por la programación sin sentirse incómodo. Se dio cuenta de que el reconocimiento social no era algo a temer, sino una oportunidad para conectar con otros y crecer personalmente.
Desde ese día, Juan dejó de esconderse detrás de su miedo y comenzó a compartir su conocimiento y talento con el mundo. Se convirtió en un referente en su campo y su confianza se disparó. Aprendió que, a veces, enfrentar nuestros mayores miedos es la clave para alcanzar nuestro verdadero potencial.
Y mientras Juan triunfaba en su carrera, en otro rincón del mundo, una anciana llamada María encontró un viejo diario en el ático de su casa. El diario perteneció a su abuela, quien había sido una valiente aviadora en la Segunda Guerra Mundial. A medida que María leía las páginas amarillentas, se sintió inspirada por la historia de su abuela y decidió seguir su pasión por volar. A sus 70 años, se inscribió en una escuela de aviación y cumplió su sueño de convertirse en piloto. La historia de María nos recuerda que nunca es demasiado tarde para perseguir nuestros sueños y encontrar el coraje para superar los obstáculos que se interponen en nuestro camino.
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Si, aunque parezca otra cosa, tú vives en tu mundo, yo en el mío y cada uno en el suyo
Nos esforzamos por entendernos. Usamos el lenguaje y otros muchos recursos para ello
Pero siempre hay momentos donde yo estoy en mi mundo y tu en el tuyo, aunque físicamente estemos compartiendo tiempo y espacio
Y claro, desde tu mundo quieres aplicar esas reglas y normas que tu te has construido para estar agustito
Pero no, en mi mundo no funcionan esas reglas y esas normas. En mi mundo funcionan las mías
Y cuando intentas imponer tus reglas en mi mundo sólo puede pasar algo malo. Eso es así
Te has saltado varios pasos antes de poder crear un mundo compartido entre dos:
- ¿Has comprobado si estamos en el mismo mundo? ¡Pregúntame!
- ¿Me has pedido permiso para entrar en mi mundo? ¡Hazlo! y no entres como un elefante en una caharrería
- Si ya compartimos mundo, mis reglas y las tuyas ya no sirven. Ahora sirven nuestras reglas. ¡Usalas! y no quieras imponer tus reglas. Yo tampoco impondré las mías
Y este proceso tan sencillo y que sucede todos los días, ¿para qué nos ayuda?
Para comprender que si queremos tener empatía, debemos ser siempre respetuosos y amorosos con todo lo que nos rodea. Siempre. Sin excepción
Cuando imponemos, cuando manipulamos, cuando tergiversamos siempre acaba mal la cosa
Y eso nos desequilibra enormemente y nos hace estar cada vez peor, con más miedo, con más angustia, con más desesperación
Hasta que llega un momento que ya no sabes ni lo que sucede. Y acabas echando la culpa de todo a todos y a todas
Te has olvidado de tí y ya no pìensas. Ahora sólo actúas y matas tus emociones para no sentir dolor. Pero el dolor está ahí. Siempre está
Y ese dolor te desequilibra y no sabes salir de esta rueda que tú mismo te has creado
¡Para! ¡Para tu vida! ¡STOP!
Vuelve a centrar la atención en tí, en tu cuerpo, en tu sonrisa, en tus emociones, en tus pensamientos, en tu energía. Vuelve a bioequllibrarte
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- Para. Para. ¡Párate! Estate quieto. No hagas nada
- Dirige tu atención a tu cuerpo
- Busca puntos de tensión y relájalos mediante la respiración
- Detén tu pensamiento. ¡Páralo!. STOP
- Dirige tu atención a los sonidos que percibes
- Reactiva tu pensamiento y analiza si lo que has hecho antes te sienta bien o mal
- Repite desde el punto 1 tres veces
- Continua tu vida
Tan sencillo y tan complicado como hacer esto 3 veces al día
Sin embargo, estás tan bien educado y formado para triunfar y consumir tu vida para alcanzar unos objetivos nada saludables, que no vas a poder hacerlo
Todo es más importante que tú. Todo requiere tu atención. Todo es urgente. A tí te dejas para cuando tengas tiempo. Y nunca lo tienes
Y así, te has olvidado de tí y te has centrado en cosas que no eres tu, como un trabajo, un proyecto empresarial, una familia, dinero, sexo, amigos...
En palabras de amor: has dejado de quererte a tí
Quererte a tí significa dedicar tu tiempo a tí. Sólo a tí. Nada más que a tí
Lo más importante que tienes, tu tiempo de vida, dedícalo a tí
Vuelve a conocerte. A saber lo que te sienta bien y lo que te sienta mal
Haz más de lo que te gusta y menos de lo que no te gusta
Y poco a poco sonreirás cada vez más y te bioequilibrarás 😀
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Vivir en modo consciente es mucho mejor que vivir en modo automático. Cuando vivimos en modo automático, nuestras acciones y decisiones son el resultado de hábitos y patrones establecidos, sin que nos demos cuenta de lo que estamos haciendo o por qué lo hacemos. Esto puede llevar a la repetición de patrones de comportamiento negativos y limitantes, así como a la falta de creatividad e innovación.
Por otro lado, cuando vivimos en modo consciente, somos más conscientes de nuestros pensamientos, sentimientos, acciones y decisiones. Esto nos permite tomar decisiones más informadas, ser más creativos e innovadores, y mejorar nuestra calidad de vida en general.
Además, vivir en modo consciente también nos permite estar más presentes en el momento actual y disfrutar de la vida de manera más plena. Nos permite ser más conscientes de nuestras relaciones, de nuestro entorno y de las cosas que nos rodean, lo que puede llevar a una mayor apreciación y gratitud por la vida en general.
En resumen, vivir en modo consciente es mucho mejor que vivir en modo automático. Nos permite tomar decisiones más informadas, ser más creativos e innovadores, estar más presentes en el momento actual y disfrutar de la vida de manera más plena.
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Descubrir nuestras creencias y pensamientos limitantes puede ser un proceso desafiante, pero hay varias estrategias que podemos utilizar para identificarlos:
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Reflexión: Dedica tiempo a reflexionar sobre tus pensamientos, sentimientos y comportamientos. Pregúntate por qué haces las cosas que haces y qué te impulsa a actuar de determinada manera. También puedes escribir tus pensamientos en un diario para tener una mejor comprensión de ellos.
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Cuestiona tus pensamientos: Cuestiona tus pensamientos y creencias para determinar si son verdaderos o si están basados en suposiciones. A menudo, las creencias limitantes son el resultado de ideas equivocadas o suposiciones falsas.
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Observa tus patrones de comportamiento: Observa tus patrones de comportamiento y hábitos para ver si hay algún patrón negativo que se repite. Por ejemplo, ¿siempre te sientes ansioso antes de un examen o de una reunión social? ¿Evitas tomar riesgos por miedo al fracaso? Estos patrones pueden indicar creencias y pensamientos limitantes.
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Busca feedback: Pídele a amigos, familiares o colegas su opinión sobre tus comportamientos y pensamientos. El feedback puede ayudarte a descubrir patrones o creencias que no eres consciente de tener.
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Busca la ayuda de un profesional: Si te resulta difícil identificar tus creencias y pensamientos limitantes, considera buscar la ayuda de un profesional, como un psicólogo o un coach. Estos profesionales pueden ayudarte a identificar y abordar tus creencias y pensamientos limitantes de una manera más efectiva.
En resumen, descubrir nuestras creencias y pensamientos limitantes puede ser un proceso desafiante, pero es importante dedicar tiempo y esfuerzo para identificarlos. Al utilizar estrategias como la reflexión, el cuestionamiento, la observación de patrones de comportamiento, la búsqueda de feedback y la ayuda profesional, podemos identificar y abordar nuestras creencias y pensamientos limitantes de manera efectiva.
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Hay varias formas en que podemos enfrentar el miedo y superarlo:
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Identificar y reconocer el miedo: Lo primero que debemos hacer es identificar y reconocer el miedo. A veces, el miedo puede ser tan sutil que ni siquiera nos damos cuenta de que está presente. Al identificar y reconocer nuestro miedo, podemos empezar a trabajar en él.
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Aceptar el miedo: Es importante aceptar el miedo y no juzgarnos a nosotros mismos por sentirlo. El miedo es una emoción natural y todos lo experimentamos en algún momento de nuestras vidas.
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Desafiar nuestros pensamientos limitantes: El miedo a menudo está asociado con pensamientos negativos y limitantes. Debemos cuestionar estos pensamientos y buscar pruebas que los respalden o refuten.
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Tomar acción: La acción es la mejor manera de superar el miedo. Podemos empezar por tomar pequeñas acciones que nos acerquen a nuestro objetivo y que nos permitan enfrentar nuestros miedos de manera gradual.
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Buscar apoyo: A veces, enfrentar nuestros miedos puede ser abrumador. Es importante buscar apoyo de amigos, familiares o profesionales que nos puedan ayudar a superar el miedo y a mantenernos motivados.
En resumen, enfrentar el miedo es un proceso que requiere identificación, aceptación, desafío de nuestros pensamientos limitantes, acción y apoyo. Al adoptar estas estrategias, podemos superar nuestros miedos y avanzar hacia nuestros objetivos con más confianza y seguridad.
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Fíjate
Si quieres saber un aspecto sútil que era totalmente necesario para conquistar los castillos en las batallas de la Edad Media y que te puede aportar un gran valor, presta atención a esta historia
Pablo, por fin, ha comenzado a manejar su atención voluntariamente. Ahora es capaz de concentrarse en sí mismo y "ver" lo que le pasa
Se fija en sus pensamientos, sus emociones, su energía y su alma y valora el estado de cada una de ellas, por lo menos tres veces al día
Gracias a eso, es capaz de conocerse realmente a sí mismo
Ve muy claramente aquello que le sienta bien y ve muy claramente, clara, cla, cl, c.... aquello que no le sienta bien
Muchas más veces de las que imaginamos, no somos capaces de apreciar claramente lo que no nos sienta bien.
Tenemos barreras y muros, como los castillos de la Edad Media, que nos impiden ver lo que no nos sienta bien
¿Quieres un ejemplo muy claro?
A veces tu madre es una persona tóxica que no te sienta bien
¡Mi madre! Uffffffff Eso es imposible. Mi madre es estupenda...
Y entonces, ocultamos la realidad. La tergiversamos. No queremos ni oir hablar de eso. Tapamos el dolor y seguimos hacia delante como si nada sucediera
¿Otro ejemplo?
A veces tu pareja hace algo que no te gusta
Tu miedo a la pérdida te impide decir lo que sientes, y entonces ocultas la realidad, la tergiversas y la manipulas creando un situación artificial que nadie entiende, siendo generadora de conflictos entre la pareja
Prefieres "inventar" una realidad que enfrentarte a tu miedo a la pérdida
Pasa igual que cuando en la Edad Media iban a conquistar un castillo
Necesitaban determinación para derribar los muros
Sin ese aspecto sutil, no podían conquistar castillos. Ninguno castillo. Nada. Cero, todo seguía igual
Determinación
Si eliges sonreir de verdad y amarte a tí mismo por encima de todas las cosas, necesitas determinación para enfrentarte a todos tus miedos (tus muros)
Es posible que el miedo a enfrentarte a tí mismo también sea una razón por la que te cuesta cambiar tu forma de hacer las cosas
A veces, cambiar tus hábitos o formas de pensar requiere que enfrentes y cuestiones tus propias creencias, valores o patrones de comportamiento
Y esto puede hacernte sentir vulnerable o incómodo, especialmente si descubres aspectos de tí mismo que no te gustan o que quieres cambiar
Además, a veces te aferras a ciertas formas de hacer las cosas porque te brindan una sensación de identidad o seguridad
Si cambias, puedes sentirte como si estuvieras perdiendo una parte de tí mismo, lo que puede ser aterrador o desorientador
Recuerda que el cambio y la auto-reflexión también pueden ser herramientas poderosas para equilibrar mejor tu vida
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Hay varias razones por las cuales a los humanos nos cuesta cambiar nuestra forma de hacer las cosas:
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La comodidad de la zona de confort: Muchas veces preferimos mantenernos en nuestra zona de confort, aunque eso signifique no mejorar o cambiar. Es difícil salir de nuestras rutinas y hábitos conocidos, y el cambio puede hacernos sentir incómodos o inseguros. La educación
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La resistencia al cambio: A menudo, tenemos resistencia al cambio porque nos aferramos a nuestras creencias y formas de pensar actuales. A veces, nos aferramos a una idea o forma de hacer las cosas porque creemos que es la mejor manera, y no queremos cambiarlo aunque haya evidencia de que otra forma pueda ser más efectiva. El miedo de conocernos
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La falta de motivación: También puede haber una falta de motivación para cambiar. Si no sentimos que necesitamos cambiar, o si no vemos los beneficios inmediatos del cambio, puede ser difícil encontrar la motivación para hacerlo. La recompensa
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La falta de habilidades o conocimientos: En algunos casos, la falta de habilidades o conocimientos necesarios para realizar el cambio puede ser una barrera para hacerlo. Si no sabemos cómo hacer algo, es posible que nos sintamos incapaces o frustrados, lo que puede hacernos resistir el cambio. La desinformación
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El miedo al fracaso: Por último, el miedo al fracaso también puede ser un factor que nos impide cambiar. El cambio implica riesgos, y el miedo al fracaso puede hacernos dudar de nuestra capacidad para realizar el cambio y temer las consecuencias de intentarlo. El qué dirán
Y entonces ¿qué hacemos?
Pues eso lo veremos en los siguientes correos