Si, aunque parezca otra cosa, tú vives en tu mundo, yo en el mío y cada uno en el suyo

Nos esforzamos por entendernos. Usamos el lenguaje y otros muchos recursos para ello

Pero siempre hay momentos donde yo estoy en mi mundo y tu en el tuyo, aunque físicamente estemos compartiendo tiempo y espacio

Y claro, desde tu mundo quieres aplicar esas reglas y normas que tu te has construido para estar agustito

Pero no, en mi mundo no funcionan esas reglas y esas normas. En mi mundo funcionan las mías

Y cuando intentas imponer tus reglas en mi mundo sólo puede pasar algo malo. Eso es así

Te has saltado varios pasos antes de poder crear un mundo compartido entre dos:

  1. ¿Has comprobado si estamos en el mismo mundo? ¡Pregúntame!
  2. ¿Me has pedido permiso para entrar en mi mundo? ¡Hazlo! y no entres como un elefante en una caharrería
  3. Si ya compartimos mundo, mis reglas y las tuyas ya no sirven. Ahora sirven nuestras reglas. ¡Usalas! y no quieras imponer tus reglas. Yo tampoco impondré las mías

Y este proceso tan sencillo y que sucede todos los días, ¿para qué nos ayuda?

Para comprender que si queremos tener empatía, debemos ser siempre respetuosos y amorosos con todo lo que nos rodea. Siempre. Sin excepción

Cuando imponemos, cuando manipulamos, cuando tergiversamos siempre acaba mal la cosa

Y eso nos desequilibra enormemente y nos hace estar cada vez peor, con más miedo, con más angustia, con más desesperación

Hasta que llega un momento que ya no sabes ni lo que sucede. Y acabas echando la culpa de todo a todos y a todas

Te has olvidado de tí y ya no pìensas. Ahora sólo actúas y matas tus emociones para no sentir dolor. Pero el dolor está ahí. Siempre está

Y ese dolor te desequilibra y no sabes salir de esta rueda que tú mismo te has creado

¡Para! ¡Para tu vida! ¡STOP!

Vuelve a centrar la atención en tí, en tu cuerpo, en tu sonrisa, en tus emociones, en tus pensamientos, en tu energía. Vuelve a bioequllibrarte

 

 

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