Te cuento que ayer una amiga mía hablaba sobre el dolor que tiene en su brazo. Un dolor que le impide hacer vida normal.
Ella es una persona que tiene bastante claro que la salud es importante para tener una vida gozosa y por ende, se cuida bastante
No sólo eso, se cuida y cuida a los demás
Su trabajo como consejera es sólo una excusa para dedicarse a lo que realmente le gusta: el sonido y la vibración en toda su dimensión
Con ella descubrí que no sólo hay un tipo de tambor. Hay muchos, de muy diferentes formas y tamaños. Cada uno con su sonido característico, pero todos ellos se golpean
Si tocas muchas veces el tambor tu brazo está continuamente recibiendo golpes
Ella además, toca los cuencos, instrumentos de viento, otros de aire, gongs... y por supuesto que tiene una voz angelical
Si la escuchas, quedas atrapado por sus cantos de sirena
Pues bien, mi amiga en días pasados hizo un esfuerzo, cargando alguna cosa, y se fastidió el brazo. Desde ese momento tiene molestias que cada vez van a más
Cualquier niño pequeño es capaz de responder a esta pregunta: si te duele el brazo, ¿qué haces? ¿lo sigues usando o lo dejas reposar hasta que sane?
Nosotros los adultos, amantes de la productividad por encima de todas las cosas, nos saltamos ese límite tan básico que cualquier niño conoce y elegimos seguir usando nuestro brazo
Esa elección sólo lleva a tener más dolor, aumentar la preocupación y empezar a buscar soluciones en la medicina. Que si una pastilla, que si una radiografía, que si un osteópata...
Y así, van pasando los días y no damos reposo a nuestro brazo, que es lo que más necesita para mejorar
Pues exactamente así es como todos nos saltamos los límites y hacemos cosas muy raras que nada más nos traen dolor y sufrimiento, físico o emocional